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Cuentos de Adviento (II): «Un sabio carpintero y el Príncipe de la Paz».

Había una vez dos reinos vecinos, separados por un valle profundo y hostil. Durante años, los habitantes de ambos lados vivieron con miedo y sospecha, dedicando todo su tiempo y recursos a construir murallas más altas y a afilar sus armas. Nadie se atrevía a cruzar el valle.

Un día, un sabio carpintero llamado Juan, inspirado por una antigua profecía sobre el Príncipe de la Paz, decidió que la única manera de recibir esa paz no era esperar a que llegara, sino construirla.

Comenzó a ir al valle, no con armas, sino con un pico y una pala. Primero, niveló el camino; quitó las rocas afiladas (los rencores), rellenó los baches profundos (los viejos errores) y cortó los zarzales espinosos (los malos hábitos y las lenguas afiladas). La gente de su aldea se reía, pensando que era un trabajo inútil, pues la paz vendría por arte de magia.

Pero cuando la gente vio el fruto de su trabajo —un camino plano, limpio y transitable—, comenzaron a sentirse seguros. Ya no tenían que mirar a su vecino con miedo; podían mirar sus propios pies y caminar sin tropezar.

Finalmente, cuando el Príncipe de la Paz llegó, no tuvo que forzar su entrada ni saltar murallas. Encontró un camino limpio y listo, construido por manos que entendieron que la verdadera Paz de Dios comienza en el esfuerzo de la conversión personal y la voluntad de caminar hacia el otro.

Mensaje del Domingo:

Hoy encendemos la segunda vela, la vela de la Paz. Para que Jesús, el Rey de la Paz, nazca en ti, debes ser como Juan: quitar los obstáculos de tu corazón. ¿Qué rencores debes soltar? ¿Qué caminos en tu vida necesitan ser nivelados? La Paz de Dios se encuentra en el camino que preparamos para Él.

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